14.2.08

¿Qué tiene esta bola que a todo el mundo le mola? Sobre las complejas relaciones entre la(s) izquierda(s) y lo(s) nacionalismo(s)



x Dedé

Dicen que la izquierda no tiene nada que ver con el nacionalismo, y ojalá fuese así. La historia nos muestra justo lo contrario, que la relacion entre izquierdas y nacionalismos ha sido una constante, y es que el origen de la izquierda, el nacionalismo, y la moderna democracia es el mismo, el "big ban" revolucionario de 1789. En la "gran revolución francesa" (como solían llamarla los marxistas de la II internacional) se inventa la izquierda, pero también la nación, y su acompañante inseparable, el nacionalismo. Son los liberales, bisabuelos de todas las izquierdas, los que en su guerra contra la monarquía absolutista inventan una nueva fuente de soberanía, el pueblo, la nación. El estado debe dejar de pertenecer a los monarcas y pasar a ser un instrumento en manos de la nación. Frente al nacionalismo de los revolucionarios, sus enemigos, los aristócratas y reaccionarios, oponen el cosmopolitismo de las élites. Se sienten más cercanos a cualquiera de sus nobles parientes europeos que a los campesinos, artesanos o burgueses de su terruño. Sencillamente les resulta horrible imaginarse como miembros de la misma comunidad política que esa asquerosa y vulgar plebe.


Sólo con el tiempo, ya entrados en el siglo XIX, la derecha descubrirá las potencialidades del recurso al nacionalismo. Porque el nacionalismo es ante todo eso, más un recurso que una ideología. Un conjunto de retóricas y de herramientas para la movilización política. Me cuesta pensar en la existencia de nacionalistas químicamente puros. Por el contrario creo que todo nacionalista tiene una ideología de izquierdas o de derechas, ya que el nacionalismo por sí sólo no basta para configurar un proyecto político. Una parte de la izquierda, la más radical, despreció el nacionalismo intentando movilizar a los suyos apoyándose exclusivamente en el obrerismo, una identidad colectiva trabajosamente construida a golpe de industrialización y huelgas. Para los que pensaban como Rosa Luxemburgo que la identidad de clase podría en exclusiva movilizar a los trabajadores no pudo ser más doloroso ver como en 1914 los obreros de Francia, Inglaterra o Alemania corrían a alistarse en sus respectivos ejercitos en medio de una euforia nacionalista impulsada por las clases dominantes y apoyada sin demasiados reparos por la mayoría de los partidos socialistas.


Cuando el nacionalismo entra en escena siempre es para ocultar algo, la enorme heterogeneidad y diversidad (de clase, género, ideología...) que todas las sociedades modernas tienen en su interior. Nación y sociedad son palabras antónimas, puede parecer que designan lo mismo, pero en realidad son términos opuestos, nación designa un ideal, sociedad una realidad. Si la derecha agita la bandera nacionalista será para hacer creer a las clases populares que sus intereses coinciden con los de las dominantes, si es la izquierda la que recurre al nacionalismo es porque trata de sumar a su bando otros apoyos sociales diferentes de la clase obrera. Este fue el caso por ejemplo de los Frentes Populares, en los que la izquierda trató de aunar para la causa antifascista a obreros, clases medias y pequeña burguesía recurriendo a grandes dosis de nacionalismo estatal. En la guerra civil española, toda la izquierda (desde los republicanos a los anarquistas) apeló al españolismo como recurso para movilizar a los sectores menos politizados que vivían en la parte del país controlada por el gobierno de la República. Algo parecido haría Stalin recurriendo al nacionalismo ruso durante la invasión nazi de la Unión Soviética. También la izquierda de los países del Tercer Mundo no ha dudado en apelar a la patria y a un nacionalismo antiimperialista capaz de movilizar bajo una misma bandera a campesinos, obreros y burgueses, desde Ho Chi Minh a Chávez, pasando por Salvador Allende. Otras veces la izquierda también ha sido nacionalista o ha incorporado abundantes contenidos tomados del nacionalismo al desarrollar su actividad en medios fuertemente impregnados por la ideología nacionalista. El caso de los comunistas vascos encaja con esta situación.


Algo tiene el nacionalismo que lo hace tan irresistible y tentador a todas las ideologías políticas. ¿A qué se debe su eficacia como arma política? Más interesante que lanzar condenas y sentencias tópicas sería tratar de averiguar "¿qué tiene esa bola que a todo el mundo le mola?"

1 comentario:

María Díaz Perera dijo...

jajaja, los tatuajes pueden ser frandols o flapis, dependiendo de quien te los haga. el mío es más bien flapi y por eso me lo tengo que repasar.
saludos;)