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27.11.08

«Mi Foucault estaría hoy luchando en el movimiento antiglobalización» Juan Pastor




24 años después de su muerte el filósofo Michel Foucault (1926 - 1984) sigue hoy dando casi tanta guerra como la dio en su breve pero agitada vida. Su obra ha inspirado el ensayo de los profesores de psicología Juan Pastor y Anastasio Ovejero, Michel Foucault, caja de herramientas contra la dominación, editado por la Universidad de Oviedo, y que pretende reivindicar el lado más libertario de este gran pensador del siglo XX.

¿Fue Foucault el filósofo de mayo del 68?

-Es posible que ahora sea visto así, pero en mayo del 68 él no estaba en París, sino en Túnez. Sin embargo, su filosofía germina en el mismo terreno libertario y anti-autoritario de mayo del 68, y, de hecho, terminó convirtiéndose, junto con Jean Paul Sartre, en la cabeza más visible de la nueva izquierda inconformista post 68.

-En el libro habla de la rivalidad entre Sartre y Foucault

-Parafraseando el título de un libro de Foucault, Las palabras y las cosas, podríamos decir que las cosas terminaron uniendo lo que las palabras, y cierta envidia, habían separado. Foucault escribió «Las palabras y las cosas», que es su peor libro y su obra más estructuralista, contra Sartre, el padre al que había que matar. Los estructuralistas, entre los que apenas había filósofos, vieron en Foucault a su mesías, al filósofo que iba a destronar a Sartre como patriarca de la intelectualidad francesa. Su polémica con Sartre le vino muy bien a Foucault, que se aprovechó de ella para convertirse en el joven filósofo candidato al trono del maestro. Pero su experiencia en Túnez, donde Foucault será testigo de la represión de la dictadura contra las revueltas estudiantiles, le hizo concienciarse políticamente. Y al pasar a las trincheras políticas, al pasar de las palabras a las cosas, continuamente se encontrará con Sartre, mostrando que era más lo que les unía que lo que les separaba.

-Representaban dos modelos muy diferentes, casi opuestos, de intelectual.

-Sartre era un intelectual universal tipo Voltaire. Foucault, por el contrario, fue un «intelectual específico», un analista de lo que ocurre hoy, y no un profeta de lo que va a suceder mañana. Al principio casi ni se miraban, tenían una relación muy fría, pero la lucha a pie de calle acabó por unirlos. Es más, Foucault será uno de los que llevará a hombros el cuerpo sin vida de Sartre en el multitudinario entierro del filósofo. Foucault siempre quiso ser Sartre, pero como era un pensador «a la contra», su primera rebelión tenía que ser contra quien encarnaba la filosofía dominante en aquel momento: el mismísimo Sartre.

«Foucault es un filósofo, pero puede ser reivindicado desde otras disciplinas como la psicología, las ciencias sociales? Su labor fue en muchos casos más cercana a la de un historiador que a la de un filósofo, se encerraba en un archivo y se pasaba allí meses sacando información para sus trabajos.

-Foucault tiene muchas caras. Una de ellas es la de un ratón de biblioteca dedicado a rastrear históricamente las vidas de personajes infames (criminales, locos, pervertidos). Cuando publicó Historia de la locura le criticaron, con razón, haber escrito el libro sólo a través de la documentación hallada en archivos, sin hablar con un solo loco. No volverá a cometer semejante error, y para Vigilar y castigar funda el Grupo de Información sobre las Prisiones, donde lo que hace es, fundamentalmente, escuchar a los presos (el objetivo no es ser la voz de los presos, sino su «altavoz»). He aquí otro ejemplo del paso de Foucault, en la década de los setenta, de las palabras a las cosas.

-Ya que habla de las relaciones entre la obra de Foucault y los movimientos sociales, ¿de qué modo influyó «Historia de la locura» en el movimiento anti-psiquiátrico?

-Yo diría que fueron dos árboles cuyas ramas se entremezclaron pese a que sus raíces permanecieron bien diferenciadas. Foucault comparte con la antipsiquiatría su crítica a los hospitales psiquiátricos, pero no así sus terapias alternativas (psiquiatría social, psicología comunitaria, terapia sistémica?). Para los médicos antipsiquiatras (en realidad, psiquiatras antimédicos) la «locura» exigía un mejor tratamiento (terapia social y no farmacológica, pues asumían que el origen de la patología residía en una inadecuada adaptación del sujeto a su entorno social). Para Foucault, por el contrario, la locura era una experiencia a reivindicar. El problema reside en que están hablando de cosas distintas; mientras Foucault habla de genialidad artística (Nietzsche, Hölderlin, Van Gogh, Dalí, Artaud o nuestro Leopoldo Panero), los antipsiquiatras hablan de esquizofrenia. No obstante, Foucault está encantado con que la antipsiquiatría utilice su libro como una herramienta crítica contra la represión psiquiátrica, dentro de una corriente libertaria y antiautoritaria que él también suscribe. Lo dicho, planteamientos radicalmente distintos que acaban combatiendo en el mismo bando antiautoritario: los movimientos sociales de los años sesenta.

-Precisamente su libro se titula caja de herramientas contra la dominación?

-Es él mismo el que define su obra como una caja de herramientas crítica. En su obra Foucault analiza cómo se ha construido el presente, cómo se ha construido nuestra subjetividad occidental, cómo aquello que se nos presenta como natural (la locura, la delincuencia, la sexualidad, nuestra forma occidental de pensar?) tiene una génesis histórica. Él se dedica a analizar esta génesis, pero sin proponer nada. Por eso dice que su filosofía es una caja de herramientas: cada uno de sus libros es un martillo que puede servir tanto para derribar una pared como para construirla.

-No se definía como marxista, pero su trabajo tiene bastante que ver con la labor de Marx.

-Foucault se hizo anticomunista tras por haber militado en su juventud en el Partido Comunista Francés, el más dogmático y estalinista de Europa. Por otro lado, no debería ser fácil para un homosexual burgués como él estar en un partido como ese. Recordemos también su expulsión de Polonia por un romance con un joven policía... Sin embargo, su filosofía efectivamente está muy cercana a la de Marx, hay un evidente aire de familia entre ambos, pues los dos estudian cómo se ha construido el presente, aunque Foucault se expresa en un lenguaje que no es marxista ni comunista, sino postmoderno y anarquista-libertario.

-Foucault es además un filósofo del poder, un poder que ya no sólo es el económico o el político?

-La «trampa del poder» está en quedarnos sólo con lo más visible de este, con la punta del iceberg (la represión grosera). Foucault nos dice que todos ejercemos, de un modo u otro, poder sobre los demás. Además también nos muestra que el poder no sólo reprime o castiga, sino que, ante todo y sobre todo, el poder construye? En definitiva, que el poder no es tanto lo que nos impide ser lo que queremos ser, sino esa sutil tecnología que nos hace ser lo que somos (y, más importante aún, desear ser de esa manera y no de otra).

-Algunos critican que esa visión foucaultiana del poder como algo disperso nos hace perder de vista los auténticos centros de poder político y económico.

-Todos ejercemos poder, en cierta medida; pero es evidente que unos ejercen más poder que otros (George Bush ejerce infinitamente más poder que tú y yo, que ejercemos nuestra cota de poder desde los medios de comunicación o desde la Universidad). Foucault fue siempre muy crítico con el poder del estado y no quiso minusvalorarlo, pero también veía claramente dos cosas: una, que lo que hace al poder poderoso es creer que el poder reside únicamente en el Estado; y dos, que la crítica ha comenzar siempre con una autocrítica. A fin de cuentas, el mundo es como es porque nosotros somos como somos, pensamos como pensamos y vivimos como vivimos.

-¿Qué sentido crees que puede tener reivindicar hoy día a Foucault?

-El siglo XXI, que se inicia el 11 de septiembre de 2001, no ha comenzado bien para los amantes de la libertad. En este contexto, no sobran relatos de vidas no fascistas. Y eso es mi libro: el relato de una forma de vida no fascista.

-¿Cómo crees que habría evolucionado políticamente Foucault de haber seguido vivo? Muchos de aquellos jóvenes filósofos radicales terminaron abrazando posiciones liberales.

-Quiero pensar que no habría sido el caso de Foucault, pero eso es entrar en el terreno de las hipótesis. No sé qué habría hecho el Foucault real, pero el que yo he construido en mi libro estaría participando en el movimiento antiglobalización, luchando por la libertad y contra la dominación. No sé qué hubiera pensado Foucault del Foucault que yo he creado en mi libro; tampoco me importa demasiado.

29.8.08

Slavoj Zizek:La ideología funciona cuando es invisible



x Francisco Javier Ferreyra

En el impronunciable nombre de Slavoj Zizek se encierran según muchos autores algunas de las claves para comprender los problemas más acuciantes de la actualidad. Si bien publicó gran cantidad de libros y artículos en su país de origen, es a partir de la edición en inglés de El sublime objeto de la ideología, en 1989, cuando se convirtió en una figura indispensable para los debates intelectuales, en especial en los círculos marxistas y psicoanalistas.

Zizek se apropia de Hegel, de Marx, del idealismo alemán y hace un uso provocador de los conceptos de Jacques Lacan para pensar las contradicciones de la actualidad. Profundamente preocupado por la política (fue candidato a presidente de Eslovenia), las paradojas de la democracia, por las formas de dominación y los efectos en el cuerpo social, la atracción de la obra de Zizek se funda en la capacidad para ejemplificar los arduos y abstractos problemas de la filosofía y del psicoanálisis con ejemplos y anécdotas de la cultura popular, que van desde el policial negro, los clásicos del cine de Hollywood, una ópera, los comics o el sexo por Internet.



Famoso por sus largos discursos, tanto que lo han comparado con Fidel Castro por su prodigiosa capacidad para hablar horas y horas delante de azorados oyentes, Zizek estuvo en Argentina presentado por Josefina Ayerza y Eduardo Grüner en cuatro conferencias en la UBA, el MALBA y la Escuela de Orientación Lacaniana, en las que presentó algunas claves de su pensamiento. Al final de su estadía, accedió a hablar con La Voz del Interior y se expidió larga y amablemente sobre todos los temas consultados.

Javier Ferreyra: Llama la atención en algunos de sus últimos escritos la aparición de Lenin como una fuente para repensar problemas contemporáneos...

Slavoj Zizek: Es una pregunta un poco provocativa. Lo que me interesa particularmente en Lenin es que, frente a la gran crisis en la izquierda después de la Primera Guerra Mundial, fue capaz de ir a la teoría leyendo a Hegel y al mismo tiempo repensar toda la situación. Y me parece que eso es lo que tenemos que hacer ahora. La crisis de la izquierda es manifiesta, aunque proteste en los movimientos antiglobalización y haga ruido en las calles. La izquierda no representa en estos momentos una alternativa positiva. Además, creo que hay un grupo muy importante de la izquierda de la Europa occidental, intelectuales entre ellos, que verdaderamente no quiere cambiar las cosas, que en cierta manera disfrutan de una posición de crítica segura. Es decir, analizan la sociedad y describen comunidades alienadas y otros tópicos clásicos de la izquierda intelectual, pero no tienen una verdadera voluntad de intervenir políticamente. Y Lenin sí tenía esta voluntad.

J.F.: ¿En el sentido de reafirmar una voluntad democrática por medio de la crítica y de la práctica?

S. Z.: Creo que hoy en el mundo occidental la democracia es una especie de desgracia. Obviamente, no estoy en contra de la democracia, pero el problema es que debemos empezar a hacernos preguntas ingenuas, que son las que prefiero. Por ejemplo: ¿qué significa libertad?, ¿qué significa democracia? Porque estamos seguros de que vivimos en una democracia, pero ¿qué es lo que la gente realmente decide sobre eso? ¿Qué posibilidades de intervención tiene? Especialmente ahora, en esta época de globalización, nosotros realmente no decidimos sobre cuestiones cruciales. Muchas cosas importantes son impuestas por el FMI, por las multinacionales, por organismos de poder. Nadie, en ningún Estado, realmente decide sobre cuestiones trascendentes como éstas. Si la democracia significa que una mayoría de gente participa en los debates y decide sobre las cuestiones cruciales de las decisiones políticas, a través de las cuales una sociedad se desarrolla, entonces debemos llegar a la conclusión de que no tenemos democracia, de que no estamos viviendo en democracia.

J.F.: Su posición sobre la libertad es muy similar...

S. Z.: Es lo mismo con la libertad: usted es libre para elegir su orientación sexual, para elegir su ropa, etcétera, pero las posibilidades de decisión son muy limitadas. Veamos si no a Brasil actualmente, donde la nueva izquierda del presidente Lula estaba por realizar cambios radicales en las condiciones de vida de millones de personas, y hoy se encuentran con las estrictas presiones de instituciones financieras que le impiden realizarlos. Lo mismo en Argentina. Yo no soy un utópico que vive pensando en la revolución, pero sostengo que no estamos en condiciones de preguntarnos sobre estas preguntas fundamentales.

J.F.: En una época de cuestionamientos al psicoanálisis, usted rescata constantemente el pensamiento de Lacan. ¿Por qué?

S. Z.: Lacan es para mi básicamente un instrumento. Yo no soy psicoanalista, respeto mucho mi propia libertad, quiero ser libre de dar vueltas alrededor de un problema, y sería una pesadilla para mí estar obligado a psicoanalizar todo lo que me rodea. Pero a pesar de todo encuentro a la teoría y a los conceptos lacanianos extremadamente aplicables para analizar nuestra situación ideológica. Las cosas se han convertido hoy en una paradoja, porque por un lado hay una explosión de la permisividad, se puede ser homosexual, se puede ser promiscuo, a cada uno le está permitido hacer lo que quiere con la vida propia, dedicar la vida al placer que a cada uno se le ocurra. Pero el resultado no es el que se esperaría. La paradoja es: ¿cómo podrían la permisividad y la liberalización salir mal? ¿Por qué, mientras más liberalizados estamos, más y más nos sentimos bajo presión, mucho más que antes? El psicoanálisis lacaniano arroja una luz sobre éste y otros problemas. A diferencia de la influencia de Lacan en países latinos como Francia, Italia y la misma Argentina, en los que se lo usa para analizar temas más bien literarios y culturales, con mis amigos de Eslovenia lo usamos fundamentalmente para analizar y entender fenómenos políticos.

J.F.: Una noción de la que se ha ocupado últimamente es el tema de la virtualización de la realidad. ¿Qué significa esto?

S. Z.: Lo que trato de enfocar no es sólo el apasionante tópico de lo virtual y lo real. Lo que me interesa es lo que Gilles Deleuze llama "la realidad de lo virtual", en el sentido de que hay algo que en un sentido es virtual, es decir no es actual, y a pesar de todo tiene consecuencias reales, causas reales. Miremos la política actual, que funciona como el proverbial pecado de un matrimonio, en el que hay uno de ellos que es desdichado y sueña que algún día podrá abandonar a la mujer o al marido. Pero paradójicamente, mientras se sueña con esto, es algo que nunca se va a hacer, es sólo una posibilidad. La política de Occidente funciona de esta manera. Soñamos que podemos cambiar cosas, mejorarlas, pero es algo que nos sirve para protegernos y sobrevivir al hecho de que las cosas son así y no podemos cambiarlas. Entonces, a veces lo virtual funciona, posibilita aceptar las cosas tal como son. Esta paradoja me interesa de sobremanera. Es decir, no el tópico de moda sobre lo virtual, en el sentido de comunicación a través de e-mails, el sexo virtual, los cyber sex, este aspecto no me interesa demasiado. Es más la cuestión de la realidad de lo virtual. Por ejemplo la creencia: en uno de los casos de la vida cotidiana que a mi me gusta usar, un padre con un hijo pequeño "yo no creo en la Navidad, yo sólo pretendo hacerle creer esto a mi hijo". Y si se le pregunta al hijo, éste dirá que procura creer para no defraudar a su padre. En realidad, nadie cree realmente, pero la creencia funciona. Pienso que la gente hoy cree en la virtual verdad de otro. Paradojas como estas son centrales y muestran la manera en que la ideología funciona.

J.F.: ¿Cuál es el objetivo de la crítica a la ideología hoy?

S. Z.: La ideología opera hoy plenamente. Uno de los tópicos de moda desde la desintegración del socialismo, a fines de la década del ’80, es que la era de la ideología ha terminado, de que vivimos en una época postideológica, pragmática, en la que la economía es una cuestión de expertos, y desde ese momento no se cree más en las grandes ideologías. Creo que eso no es verdad. Los ’90 fueron los grandes años de la utopía liberal capitalista, eso que Francis Fukuyama conceptualizó con la fórmula de "el fin de la historia". Eso fue una ideología en la que la experiencia ideológica nunca se vive como ideológica en sí. Hay además un fuerte sentido simbólico en el 11 de septiembre, y es precisamente que marca el final de esta ingenua utopía liberal. Ahora sabemos que no hay tal fin de la historia, que no todo el mundo va a ingresar al canon de este mundo capitalista liberal y tolerante. Y a pesar de todo, la gente continúa sin aceptar que la ideología está aún operativa. Especialmente hoy las elecciones políticas están mediadas por la ideología, y son presentadas como elecciones debidas al sentido común o al conocimientos de expertos. Si se escucha a los economistas de hoy, pretenden hacernos creer que lo que ellos hacen es ciencia, como si la ciencia de la economía no tuviera nada que ver con la política sino con el movimiento de los mercados. Pero si esto se analiza de cerca, hay ciertas presuposiciones políticas, porque la economía nunca es simplemente pura economía. Y esto es de lo que debemos convencer a la gente: que la ideología funciona precisamente cuando es invisible, cuando uno no está atento.

J.F.:- ¿Por qué repite constantemente que "todo es política"?

S. Z.:- Concibo la noción de lo político en un sentido muy amplio. Algo que depende de un fundamento ideológico, de una elección, algo que no es simplemente la consecuencia de un instinto racional. En este sentido, sostengo que nuestras creencias privadas, en el modo en que nos comportamos sexualmente o en lo que sea, son políticas, porque es siempre el proceso de elecciones ideológicas y nunca es simplemente naturaleza. En este sentido diría que la cultura popular es eminentemente política, y me interesa justamente por eso. Si usted mira los grandes filmes de Hollywood, en un principio parecerían ser absolutamente apolíticos, pero en la trilogía Matrix está absolutamente claro que bajo la excusa de un entretenimiento se apunta a los más profundos temas políticos. Matrix es una especie de metáfora gigante de cómo estamos controlados por un anónimo poder. Estoy cada vez más interesando en la manera en que hasta el más ínfimo divertimento despliega un mensaje que es siempre utópico. El mensaje verdadero, por lo menos en cierta lectura marginal, es que sólo en condiciones de una inminente catástrofe se puede concebir una especie de nueva solidaridad, en la que todas las luchas son olvidadas y todos pugnan por ayudar al prójimo. El mensaje de todos estos filmes es muy perverso: nuestra sociedad está tan dispersa en la competencia que necesitamos una gran catástrofe para lograr imaginar una nueva forma de solidaridad y cooperación.

J.F.: Usted ha planteado cierto escepticismo frente a los estudios culturales, y prefiere oponer universalismo a multiculturalismo...

S. Z.: Por supuesto, estoy de acuerdo con las preocupaciones oficiales del multiculturalismo, estoy a favor de la tolerancia de toda cultura, de toda orientación sexual. Lo único que yo discuto es que, básicamente, esto no puede ser la coraza última de nuestra actividad política. En orden de plantear políticas multiculturales se debe encontrar un núcleo universal de normas y valores, como manera de respetarnos entre todos. No es que el universalismo sea opuesto al multiculturalismo, pienso que las prácticas exitosas de multiculturalismo presuponen un piso universal, es decir: ¿qué significa respetarnos entre todos? El otro punto, aún más importante, es que en el reconocimiento de las diferencias, en el punto máximo de la ética y de la política, el tema no es que debemos tolerarnos entre todos, sino que debemos oponernos, no físicamente por supuesto, sino con otra lógica. Eso que he definido como que "la verdadera medida del amor es que se puede agredir al otro". Este es mi punto de oposición con el clásico multiculturalismo de los ’90, que propone un respeto a la cultura del otro, sus bailes, su ropa, pero no en cosas trascendentes. Debemos reenfocar el problema sobre la opresión del poder económico y político, que es el verdadero terreno de las luchas.

J.F.: Toni Negri estuvo hace unas semanas en Buenos Aires, y sostuvo que Argentina fue una víctima del poder económico mundial. ¿Qué consideraciones le merece el poder destructivo del capitalismo en países como Argentina?

S. Z.: Yo en general estoy en desacuerdo con las posturas de Negri, pero en este nivel estoy totalmente de acuerdo. En desacuerdo, porque creo que no tiene razón cuando asegura que estamos asistiendo al declive del Estado-nación y entrando a una era de poder imperial global. Si se mira a los Estados Unidos, se percibe claramente que no se comporta como un imperio, sino que no es lo suficientemente imperial, que sigue realizando acciones guiadas por la lógica del Estado-nación. No creo que el capitalismo de hoy se esté moviendo en el sentido de constituir un poder imperial. El Estado, es cierto, se debilita día a día, pero en cuanto a los aparatos de seguridad para el control y la dominación, en este sentido se está volviendo cada vez más y más fuerte. En lo que estoy de acuerdo con Negri es cuando dice que lo que se hizo mal en Argentina no es una decisión de los argentinos. Al contrario, lo que se hizo mal en la Argentina en los años de Menem es justamente que se siguieron de cerca los predicados y exigencias del FMI. Pienso que el tema no es preguntarse lo que ustedes, los argentinos hicieron mal, sino qué es lo que estuvo mal en los círculos económicos extranjeros y el precio que ustedes están pagando. No es solamente su responsabilidad, porque más allá de las crisis históricas propias del país, todo este enigma sobre el que el mundo se pregunta, no es exclusiva culpa de ustedes. No deben hacer un autoanálisis y torturarse.

J.F.: Después del 11/09, parecen haber salido a la luz algunas secuelas del control sobre la vida...

S. Z.: Una cuestión importante es la que Giorgio Agamben analizó en Homo Sacer, en el sentido de que cada vez más y más gente está fuera del orden legal o jurídico. Los prisioneros afganos de Guantánamo son el mejor ejemplo: la vida no importa para nada. La lógica de los campos de concentración se está extendiendo cada vez más, y ya no sólo para prisioneros. La idea de sobrevivencia biológica de grupos empieza a parecer como parte de procesos políticos. Conectado con esto está el efecto de que nos estamos moviendo hacia un orden global en el que prima el estado de excepción como un orden normal de cosas. En esto soy relativamente pesimista. Hay cambios pequeños e imperceptibles en la política, pero tal vez por eso importantes, por ejemplo el hecho de que de pronto en Estados Unidos haya un debate público sobre el uso de la tortura. Hace 20 años esto era algo imposible de concebir, y es un signo ominoso de cómo los roles de la política, de la ética, de los valores van cambiando imperceptiblemente. Más que los grandes cambios, hay que observar los pequeños.

J.F.: Usted está cada vez más posicionado en una perspectiva fascinada con el cristianismo, en un mundo que ha perdido su sustancia...

S. Z.: Soy incondicionalmente ateo, pero lo que me interesa en el cristianismo es una cierta lógica de comunidad, la manera en que funciona una comunidad de creyentes. No es ni una comunidad de individuos ni una comunidad ética sustancial. Es una especie de comunidad totalmente distinta, emancipatoria, involucrada en una práctica de liberación. Lo que me interesa en la ética cristiana es la idea de una lógica del renacer a la fe, que significa que el cambio radical es posible, que no estamos predestinados por un poder oscuro que controla todo, que es posible empezar desde cero. Además, me interesa una idea que también se encuentra en el marxismo tardío: la de una fe universal que es accesible sólo desde una posición subjetiva. Y la cuestión de que el único terreno para ser devoto de Dios son las relaciones sociales, y ahí es donde se demuestra la verdadera creencia como concepción cristiana del amor. Esto está negado en muchas de las nuevas formas de espiritualidad contemporánea, esas formas egotísticas y new age de espiritualidad, del conocimiento interior, que son para mí un verdadero peligro.

J.F.: Sus escritos sobre la biogenética han desatado fuertes polémicas. ¿Qué quiere significar con las perspectivas radicales que abre la biogenética?

S. Z.: La gente reacciona contra esto por la simple cuestión de sentirse molesto o con miedo a nuestras nociones de libertad o dignidad, y entonces dicen que debemos limitarla. Esto es lo que dice la Iglesia, lo que dicen algunos círculos intelectuales europeos, como Jürgen Habermas. Pero pienso que nos debemos hacer preguntas más radicales. Los resultados de la investigación biogenética nos fuerzan a confrontar con preguntas fundamentales de nuestra condición humana: ¿somos libres?, ¿qué significa la libertad? Me gustaría conocer si somos libres, y la conclusión es que somos el resultado de algo determinado, no por nuestros genes, porque por supuesto este geneticismo primitivo es falso. Entonces mi idea es que la usual reacción contra la biogenética evita el verdadero problema, que es que debemos repensar muchas de las cuestiones relativas a la organización de nuestra vida ética. No es suficiente decir "no estoy de acuerdo" y no permitirlo, o controlarlo. Debemos preguntarnos preguntas más fundamentales y no actuar según esta actitud defensiva.

18.2.08

Apartad vuestras sucias manos de la filosofía



La asignatura de filosofía está en peligro amigos. Si quieres que los postmodernos niños de hoy en día sigan sabiendo quienes fueron Sócrates, Platón y Karl Marx, firma aquí el manifiesto de la Plataforma en Defensa de la Filosofía.

9.3.07

Lenin, San Pablo y El Club de la lucha


El mundo según Zizek
por Diego Díaz


Lenin, San Pablo y “El Club de la Lucha”, pero también podríamos decir Marx, Lacan y “Matrix”, la coctelera del filósofo Slavoj Zizek no deja ni por un momento de agitarse y en ella van los más variados ingredientes, marxismo y psicoanálisis, alta teoría y cultura de masas, todo es aprovechable en el estimulante cocktail que nos propone este provocador intelectual esloveno cuya obra llega a España precedida por su enorme éxito en Francia, Argentina, Gran Bretaña y los EEUU.

El filósofo que vino del frío

Slavoj Zizek nació en 1949 en Eslovenia, en la antigua Yugoslavia. Quería ser director de cine, pero terminó siendo filósofo. En los últimos años del comunismo participó en los movimientos democráticos de oposición al régimen y en 1990 con las primeras elecciones libres fue candidato a la presidencia de la República Eslovena por una amplia coalición de izquierdas. Zizek bromea, ¿o no? (porque con este tipo nunca se sabe cuando habla en serio y cuando en broma) diciendo que lo único que le interesaba realmente del poder era convertirse en Ministro del Interior para controlar los servicios secretos, también añade que “El objetivo de mi actividad política fue muy limitado. Simplemente se trataba de impedir que Eslovenia se convirtiese en otro país como Croacia o Serbia, en los que un gran movimiento nacionalista hegemonizaba todo. En esto tuvimos éxito, Eslovenia es un país con un sentido del espacio mucho más disperso, y la tentación nacionalista se disipado”. Zizek quedó en quinto lugar, los eslovenos se lo han perdido, pero todos los demás lo hemos ganado, porque desde entonces no ha dejado de pensar, escribir y publicar.

En 1989 publica en una prestigiosa editorial londinense de izquierdas “El sublime objeto de la ideología”, que casi de forma instantánea va a convertirse en un clásico. En él Zizek muestra ya sus cartas, una demoledora crítica de la sociedad postmoderna que se apoya en Marx y en su idolatrado Jacques Lacan. Política y psicoanálisis, combinadas con todo tipo de referencias culturales, Wagner, Hitchcock, “Alien”, Althusser, el hundimiento del Titanic y los chistes judíos. A este seguirán otros títulos como “Porque no saben lo que hacen. El goce como factor político”, “Todo lo que usted siempre quiso saber sobre Lacan y nunca se atrevió a preguntarle a Hitchcock” o “¿Quién dijo totalitarismo? Cinco intervenciones sobre el (mal) uso de una noción”, así como una incontable cantidad de artículos que conforman la obra de un autor tan prolífico como mordaz, original y polémico.


La filosofía en los tiempos de la Oveja Dolly

“No creo en la filosofía como una especie de trabajo interdisciplinario (...) Nosotros los filósofos estamos locos: tenemos una idea determinada y la afirmamos una y otra vez” Sin embargo Zizek también dice que el mundo actual nos obliga hoy a todos a convertirnos, en cierta medida, en filósofos al estar enfrentándonos cotidianamente con problemas éticos derivados del uso de las nuevas tecnologías (clonación, biogenética, inteligencia artificial,...), como él mismo dice “(...) quizás por primera vez en la historia de la humanidad, nos encontramos en una situación en la que lo que antes eran meros problemas filosóficos, ahora son problemas que atañen a todo el mundo, que todo el mundo discute por todas partes”. Películas de ciencia ficción de enorme éxito como “La isla”, “Yo robot”, “Olvídate de mí” o “Inteligencia Artificial” nos enfrentan constantemente a ese tipo de dilemas. Al contrario que otros autores, como por ejemplo Habermas, Zizek no cree que la solución pase por mutilar ese conocimiento y renunciar a tecnologías de las que disponemos por razones éticas o morales. Al contrario, considera que eso sería casi una reacción anti-ilustrada contra la ciencia, “Creo que esta solución simplemente no funciona, no sólo por la razón burda de que la gente lo hará de todos modos, sino porque una vez que sabemos que los genes pueden ser manipulados, no se puede deshacer este saber”.

Tolerancia, multiculturalismo y pensamientos bajos en calorías

Si algo pone enfermo a Zizek, y a la vez es uno de sus blancos favoritos, es todo el discurso liberal o políticamente correcto sobre el respeto, la tolerancia y el multiculturalismo. Teniendo en cuenta que además ha pasado largas estancias en Norteamérica, donde estas cuestiones están tan generalizadas, resulta comprensible su cabreo hacia este tipo de discursos “bienpensantes”: “(...) todo el sermoneo a favor de la tolerancia, el amor al prójimo y cosas por el estilo son al fin y al cabo estrategias para evitar el encuentro con el prójimo. Uno de mis ejemplos favoritos es el de fumar. (...) con la idea del fumador pasivo lo que importa es cómo son afectados los no fumadores. Creo que lo que está teniendo lugar es que hay otros que cuando fuman se lo están pasando bien de una manera demasiado intensa y auto-destructiva, y esto es insoportable. En este ejemplo tenemos en estado puro la figura del prójimo invasor que disfruta demasiado”. Esta observación le lleva a una conclusión bastante demoledora: “(...) la lógica final de la tolerancia y la lucha contra el acoso es <>: se trata de tener contacto contacto con otros, pero un contacto si contacto”.

En cuanto a la ideología del multiculturalismo, Zizek no la censura por tratarse de un acercamiento al “Otro”, sino más bien por lo contrario, por ser un falso acercamiento al “Otro”, un acercamiento selectivo cargado de reservas y de cinismo: “en el mercado encontramos toda una serie de productos desprovistos de su propiedad maligna: café sin cafeína, nata sin grasa, cerveza sin alcohol... Y la lista prosigue: por ejemplo, el sexo virtual en tanto que sexo sin sexo, o la doctrina de Colin Powel de la guerra sin bajas (de nuestra parte, por supuesto) en tanto que guerra sin guerra, (...) hasta llegar al multiculturalismo liberal y tolerante como una experiencia del Otro desprovista de su Otredad (el Otro idealizado que baila danzas fascinantes y tiene una aproximación holista y ecológica a la realidad, mientras que cosas como el maltrato de mujeres no están a la vista...)” En otras palabras, ¿hasta dónde están dispuestos a llegar los llamados multiculturalistas? ¿Lo suyo es verdadero multiculturalismo o solo otro producto bajo en calorías?

Contra el tabú de la violencia

Las clases media y alta norteamericana representan el paradigma de una existencia confortable y opulenta muy alejada de aquello que Zizek (siguiendo a Lacan) denomina “Lo Real”.: “creo que muchos fenómenos pueden interpretarse como intentos desesperados de recobrar cierto contacto con lo Real. Por ejemplo, un fenómeno que es típico de hoy es el llamado “cutter” (especialmente en los EEUU). Se trata sobre todo (aunque no exclusivamente) de mujeres jóvenes que tienen una increíble compulsión a cortarse – habitualmente con cuchillas-. (...) El hacerse cortes a uno mismo funciona como una estrategia terriblemente distorsionada para recobrar el contacto con lo Real. Cada vez más, si uno lee las entrevistas con estas desdichadas mujeres, la idea recurrente es: <>”

Esa intensidad de lo real, de lo físico y lo violento que rompe con una existencia semi-virtual dominada por el confort y el simulacro es lo que fascina tanto a Zizek en “El Club de la Lucha”, una de sus películas favoritas de los últimos años. Los alienados personajes de “El Club de la Lucha” recordemos recuperaban precisamente su condición de sujetos libres y autónomos a través de la violencia física, pegándose los unos a los otros sin importar quien gana o quien pierde, tan sólo lo hacían por el placer de darse de hostias y sentirse vivos. Precisamente la película de David Fincher basada en la novela de Chuck Palahniuk terminaba con las imágenes de un atentado que anticipaba lo que sería el posterior derrumbe de las Torres Gemelas de Nueva York. Y es que para Zizek los atentados del 11-S supusieron la violenta irrupción de lo Real en la sociedad norteamericana, tan acostumbrada a ver por televisión las desgracias que ellos mismos causan en lugares lejanos como Irak, Nicaragua o Palestina, pero nunca en su propia casa.

“Lo que necesitamos más es cierta violencia contra nosotros mismos. (...) creo que un cambio verdadero en la sociedad existente no ocurrirá en los términos de la tolerancia liberal. Explotará como una experiencia mucho más destructiva. Y esto es, creo yo, lo que hoy se necesita: ser consciente de que los cambios verdaderos son dolorosos”. Es decir que no sólo de internet y ciberespacio vive el hombre, y a medida que nuestra existencia se virtualiza, más necesitamos ese “chute” de lo que Zizek llama lo real. En cuanto a lo segundo, lo referido a la necesaria naturaleza violenta del cambio social, la idea viene de lejos, ya Marx había dicho aquello de que “la violencia es la comadrona de la historia”. Los libros están llenos de ejemplos.

Como vemos Zizek se atreve con un tema tan tabú hoy en día como el de la violencia. Sin embargo ¿no hay a veces una celebración un poco gratuita de la violencia por su parte? Cierta pose y provocación un poco forzada. Por ejemplo cuando defiende la pena de muerte, o más bien ataca las razones habituales de los críticos de la pena de muerte: “(...) el problema que yo veo con los que se proclaman en contra de ella es que implícitamente presuponen que no hay nada por lo que valga la pena morir. (...) Creo que hay cosas como el honor, la vergüenza, la libertad y otras por las que merece la pena morir”.


Globalización y capitalismo zen

Para él la globalización no trata de imponer ningún patrón cultural determinado, de americanizar o europeizar el planeta, sino que es un proceso fundamentalmente económico, que además es multinacional y multicultural: “El verdadero horror del capitalismo es que literalmente no tiene raíces”. En este mismo sentido considera que el capitalismo ha encontrado en el budismo y las religiones orientales la horma de su zapato, llegando a hablar de “capitalismo zen”. Por el contrario considera que el catolicismo y sobre todo el islamismo ofrecen una mayor resistencia a la globalización. Para el esloveno el islamismo político viene a ser algo así como el genio que se les escapó de la botella a los capitalistas. Usado para combatir al comunismo en los años de la guerra fría hoy se ha convertido en un gran agente desestabilizador de la globalización. Hasta ahora esa resistencia ha tenido un carácter reaccionario pero no excluye que en el futuro pueda dar lugar a algún tipo de radicalismo anti-capitalista.

Otro mito que Zizek quiere combatir es el de que vivimos en una “sociedad del riesgo”, algo que el niega, o mejor dicho matiza, vivimos en una sociedad del riesgo pasivo, es decir que constantemente nos estamos arriesgando, pero no por las decisiones que nosotros mismos tomamos acerca de nuestras vidas, sino de las que los amos del mundo toman por nosotros. Privatizaciones, despidos masivos, guerras, catástrofes ecológicas y un largo etcétera de situaciones imprevistas en las que podemos vernos envueltos sin que nadie nos haya pedido nuestra opinión.

Frente a lo que el considera la reacción nacionalista de cierta izquierda, sobre todo en Francia, defiende que lo que debemos es luchar por una globalización que camine en un sentido contrario: “(...) el modo en que hay que reaccionar ante la globalización es defendiéndola y pidiendo que sea más radical. A mi juicio, el problema con la presente globalización es que conlleva demasiada exclusión”.



Lenin y el regreso a la economía

Si en los últimos años la izquierda alternativa se ha caracterizado por ir sumando a la lucha de clases otras luchas emancipadoras, como la lucha por los derechos de las minorías culturales y sexuales, de las mujeres, por el medio ambiente y la paz..., Zizek rechaza que todas esas luchas puedan colocarse en un mismo plano de importancia que el conflicto de clase, y reafirma algo bastante clásico, la centralidad de la lucha entre trabajadores y capitalistas como eje central de una izquierda que realmente aspire a ser revolucionaria, y no una Tecera Vía al estilo de Tony Blair. Por otro lado Zizek admite la dificultad de articular el conflicto de clase en un momento en que los trabajadores se encuentran tan divididos entre empleados y desempleados, manuales e intelectuales, o entre Primer y Tercer Mundo.

Zizek es en política un marxista bastante clásico, aunque se exprese con un lenguaje postmoderno cargado de ironía. Por ejemplo siente una muy particular admiración por Lenin (al que encuentra un extraño parecido con San Pablo): “Admiro a la gente que está dispuesta a ponerse a hacer el trabajo sucio, y tal vez esto explica en parte mi fascinación por Lenin. (...)Rechazo los teoricismos radicales que en realidad llevan a la pasividad. Yo creo que tenemos que asumir el riesgo de ensuciarnos las manos. Lo que odio de estos académicos liberales <>, seudo izquierdistas, es que hacen lo que hacen con el pleno conocimiento de que otro hará el trabajo por ellos. (...) esto llega al absurdo en el caso de muchos de mis amigos americanos que se creen de izquierdas, anti capitalistas y demás, pero también juegan en bolsa – así que secretamente cuentan con que las cosas funcionen, con que las bolsas y las acciones vayan bien, etc.-”

Slavoj Zizek: ¿genio o cantamañanas?


La moda Zizek llega a España con considerable retraso, precedida por el prestigio académico e intelectual obtenido en Francia y en el mundo anglosajón. En todo caso si en algún lugar podemos hablar propiamente de “fiebre Zizek” ese sitio es Argentina. El país de Maradona, el tango y el psicoanálisis se ha rendido a Zizek, y Zizek se ha rendido a él. Más allá de los círculos intelectuales, Zizek ha dado nombre a las llamadas “fiestas Zizek”, donde DJ´s pinchan música electrónica mientras se proyectan visuales, también el filósofo ha saltado de los suplementos culturales a las páginas de la prensa rosa argentina tras su matrimonio con la bella y joven ex modelo Analía Hounie (ex del cantante Andrés Calamaro e inspiración de la canción “Flaca”), colaboradora y discípula del filósofo a la que conoció mientras impartía uno de sus seminarios en Buenos Aires.

Sin duda Zizek es un gran pensador, además de un tipo muy divertido que probablemente sea un compañero perfecto para irse de copas, sin embargo, ¿no cae muy a menudo en cierto gusto por la provocación demasiado gratuito? Por ejemplo cuando se lanza a defender la pena de muerte o se define como un filósofo estalinista “ (...) vivo en este universo de metáforas estalinistas. Estoy totamente obsesionado”. Travesuras intelectuales de un pensador que es a la vez uno de los grandes críticos de la postmodernidad, así como también uno de los más postmodernos del barrio.





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Zizek en castellano