4.10.08

Mirando hacia atrás con ira. Una conversación con Paco Erice.



La memoria histórica esta de moda. No sólo en España sino en todo el mundo. Algunos incluso hablan de un “boom” de la memoria. Los supervivientes, y los hijos y nietos de las víctimas del Holocausto, de las dictaduras latinoamericanas, del apartheid sudáfricano, del imperialismo japonés o del franquismo español se han venido organizando en las últimas décadas en movimientos sociales que piden la revisión del pasado, el recuerdo de los que lo sufrieron, y en el fin de la impunidad de los represores. El historiador asturiano Francisco Erice, profesor en la Universidad de Oviedo y miembro de la Fundación de Investigaciones Marxistas, se ha dedicado en los últimos años a estudiar esas “batallas por la memoria”.

El llamado “boom de la memoria” puede ser también la resaca de un siglo de violencia y totalitarismos.

La memoria suele articularse en torno a grandes traumas colectivos y al recuerdo de las víctimas, y en ese sentido el siglo XX es un siglo perfecto para hablar de violencia, aunque por supuesto no sea la única centuria violenta de la historia de la humanidad. Hay otros procesos culturales que también son propicios a la exaltación de la memoria. Pienso por ejemplo en lo que decía un filósofo como Walter Benjamin. Para él la memoria es siempre la memoria de los vencidos, en contraposición a la historia, que es algo escrito por los vencedores. En Benjamin la memoria es ante todo el recuerdo de aquellas batallas que se perdieron. El “deber de memoria” es la obligación moral de recordar a estos perdedores. Un recuerdo que siempre alimenta las nuevas luchas de los “herederos” de aquellos que fueron vencidos.

¿Qué funciones política tiene entonces la memoria?

La memoria cumple funciones ambivalentes, por un lado esa de rearmar las luchas del presente con el recuerdo de las vías muertas, de las utopías del pasado que no llegaron a triunfar…pero a veces tiene también una función escapista. Refugiarse en el pasado puede ser una forma de no afrontar los retos del presente. Una suerte de vía de escape, de refugio confortable ante un presente en el que las cosas no van como quisiéramos que fuesen…

También parece que vivimos un momento de nuevo protagonismo de las víctimas…

Ese fenómeno es cierto. El hecho de ser víctima da un plus de legitimidad o de razón moral que al final termina convirtiéndose en un elemento que actúa en contra de la comprensión racional de la víctima. El hecho de ser víctima no da ningún derecho o legitimidad para decir como debe construirse el presente o el futuro. El hecho de ser víctima da “derecho” a la compasión, a la solidaridad, o al reconocimiento, pero eso no significa que uno por el hecho de ser víctima tenga más razón. Por ejemplo, el ser víctima de ETA no debería darte más derecho que a otro ciudadano para decidir como debe resolverse el problema de la violencia, o si debe haber o no un proceso de negociación… Y eso pasa también con los testigos, aún más cuando son testigos y víctimas a la vez. A menudo el testigo convierte su situación peculiar, lamentable desde el punto de vista humano, en una especie de posición privilegiada para hablar del pasado. La víctima es creíble, por decirlo de alguna manera, y eso termina neutralizando la posibilidad de analizar críticamente los periodos del pasado en que estos individuos fueron víctimas. La historia acaba siendo sustituida por una especie de discurso moral.
También estoy de acuerdo con lo que dicen las Madres de Plaza de Mayo, “los desaparecidos” no son las víctimas porque les hayan cogido al azar, sino que lo fueron porque les derrotaron, porque tomaron partido. Si no reconstruimos los motivos que les llevaron a ser víctimas, estaremos haciendo un flaco favor al conocimiento histórico.

Tal vez nos haga falta cierto distanciamiento…

Como decía Marc Bloch tenemos que saber no solamente si Robespierre fue bueno o fue malo, tenemos que saber qué fue Robespierre. A veces más importante que la compasión o la solidaridad con las víctimas es saber los mecanismos que operaron en el pasado. No basta con decir se exterminó a la población indígena cuando llegaron los colonialistas. Eso está bien, pero tenemos que comprender la lógica histórica que hubo detrás de eso. Si nos quedamos en la mera compasión estamos amputando una parte de la realidad que nos puede ser tremendamente útil para comprender el pasado y construir el futuro. La postmodernidad nos esta llevando a una crítica de la realidad cada vez más moralista y menos objetivista. Entiendo que la dimensión moral es imprescindible, pero si no va unida a un intento de comprensión racional del proceso histórico estaremos haciendo un flaco favor al entendimiento de por qué las víctimas fueron víctimas.

La memoria del Holocausto es uno de los casos más perversos de utilización del recuerdo de las víctimas…

Es el típico victimismo que suele estar presente en casi todos los nacionalismos. Como hemos sido un pueblo perseguido ahora tenemos derecho a perseguir a otros. Al final esto se convierte en una especie de disputa tribal por el territorio. Como a nosotros en el pasado se nos negaron nuestros derechos, ahora nosotros tenemos derecho a negárselo a otros. Los mártires se convierten en el fundamento de los proyectos políticos del presente, por eso los mausoleos y los museos son algo tan presente en las culturas nacionalistas. Aún así no quiero señalar sólo los excesos de la memoria histórica, también hay modos legítimos y positivos de reivindicar la memoria de las víctimas, que claro está es algo muy necesario.

Últimamente se ha extendido el concepto de “holocausto negro” para referirse al esclavismo, y ahora en Liverpool se va abrir el primer museo dedicado a la esclavitud y el comercio de africanos. Eso me recuerda lo que dice Reyes Mate, que la memoria de Auschwitz alimenta otras memorias…

Los traumas colectivos alimentan la memoria de otros traumas. Los acontecimientos pasados se reinterpretan al calor de otros nuevos con los que establecemos analogías. Se produce una resignificación de los mismos. Me parece interesante lo que dices sobre el museo de la esclavitud, porque resulta necesario reactivar la memoria del colonialismo ahora que se está perdiendo y los neoconservadores están recuperando el orgullo colonial. En el caso de Margaret Thatcher eso fue evidente. Discursos del tipo de “el colonialismo en el fondo no fue tan malo”, “llevamos allí la civilización y mira lo mal que les ha ido desde que nos fuimos” se vienen generalizando desde los años 80. En este sentido recordar lo que realmente fue el colonialismo no vendría mal frente al proyecto de absolverlo de todos sus crímenes y horrores.

Tú sueles decir que los vencedores también tienen su propia memoria…

Eso es evidente. La glorificación del pasado al servicio de los poderes establecidos es algo casi tan viejo como el mundo. Desde el Egipto de los faraones y las estelas victoriosas de la roma imperial los poderes han utilizado el pasado para legitimarse ante los súbditos a través de relatos apologéticos, conmemoraciones, monumentos… En las sociedades burguesas el Estado se convierte en un auténtico aparato de producción de memoria colectiva. Además aparecen nuevas posibilidades como la educación, la propaganda, los nombres de las calles… En oposición a esta memoria hegemónica entran en conflicto las memorias contra hegemónicas de los perdedores. Es lo que estamos viendo en España con el debate sobre la memoria histórica, porque el franquismo ya se encargó de producir desde sus inicios sus políticas de memoria a través de los discursos, las fiestas, los monumentos… Hablar de la memoria en términos puramente “benjaminianos” equiparando memoria colectiva a memoria de los vencidos es reducir la complejidad de la cuestión.

70 años después los libros sobre la guerra civil se venden como rosquillas y el tema no deja de levantar pasiones…

Bueno, por un lado se está produciendo un cuestionamiento del pacto de olvido de la transición, sobre todo por parte de los jóvenes, y de aquellos que están desengañados de la democracia realmente existente. Esto hace que se busquen referentes políticos en el pasado, como fue la II República. Por otro desde los medios conservadores se ha dado una reacción que tiene mucho que ver con lo que es la llamada historiografía revisionista sobre el fascismo, desarrollada sobre todo en Alemania e Italia. Además las asociaciones por la recuperación de la memoria han dado a conocer datos sobre la represión que si tal vez no eran novedosos para los historiadores, sin embargo no eran tan conocidos por el público general. Las polémicas sobre la guerra civil se han entrecruzado significativamente con los avatares políticos del país, sobre todo durante los gobiernos de Aznar. Esta atención mediática ha permitido que se publiquen muchos libros sobre la guerra, y que algunos se hayan convertido en auténticos best sellers. En general predominan los libros poco rigurosos, y por ambas partes, aunque también es verdad que se ha abierto un hueco editorial para que cosas más interesantes lleguen a un público amplio.

¿Cómo ves la ley de la memoria del gobierno?

La ley de la memoria pretende ser una ley de circunstancias para contentar a unos y a otros. En un determinado momento al PSOE le interesa sacar el tema de la memoria de la guerra como forma de presentar al PP como los herederos del franquismo, y esto le lleva a hacer determinadas concesiones a lo que es el movimiento social por la recuperación de la memoria histórica. Sin embargo este movimiento tiene un contenido que desborda lo que son los límites de la política del PSOE, principalmente porque pide la revisión implícita o explícita de la transición. Así que el Gobierno intenta hacer una ley que contente a las asociaciones sin disgustar demasiado al PP. Al final no satisface ni a unos ni a otros.

Una última pregunta, ¿qué opinas sobre una polémica sobre la memoria histórica de signo muy diferente como la que se está dando ahora mismo en Polonia? Los siniestros hermanos gemelos que rigen ese país del este europeo plantean una depuración de todos los funcionarios con pasado comunista y quieren quitar las pensiones de guerra a los veteranos de las Brigadas Internacionales.

Se está dando un fenómeno curioso en Polonia. Es una iniciativa de tipo anti totalitario, pero resulta que paradójicamente sus promotores aprovechan la ocasión para cuestionar todo lo que fue la lucha anti fascista. Los países del llamado socialismo real tuvieron una vertiente positiva, que está en el antifascismo de sus orígenes, y otra desdichadamente negativa que fue la imposición de modelos que genéricamente podríamos denominar de tipo estalinista. Pero con esta iniciativa al atacar el socialismo real se está metiendo en el mismo saco todo lo que fue el antifascismo, por ejemplo quitando las pensiones a los polacos que lucharon en las Brigadas Internacionales junto a la República en la guerra civil española. Además al contrario de por ejemplo el movimiento social por la recuperación histórica de España, que sólo busca esclarecer la verdad, aquí la cosa tiene un carácter revanchista muy distinto contra los que a veces simplemente vivieron en aquel régimen y se acomodaron a las circunstancias. Es un revanchismo ultrareaccionario que va más allá de lo que puede ser la comprensible reivindicación de la memoria de las víctimas del estalinismo. Sobre el carácter de la Liga de las Familias y las gentes que hoy gobiernan Polonia resulta elocuente ver que junto a los rojos los homosexuales se han convertido en objetivo a vigilar por estos gobernantes.
será un libro, aún en proceso de escritura, que esperemos pronto vea la luz.

(La entrevista completa para EL VIEJO TOPO)

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