24.1.12

Cultura liberada en LA MADREÑA


24/01/2012 00:00 / Rebeca Castiñeira. La Voz de Asturias. Oviedo Imagen: Pablo lorenzana

Desde que hace poco más de dos meses un grupo de indignados ocupara la antigua sede de la Consejería de Sanidad, en Oviedo, unas cuantas cosas han cambiado.

El edificio liberado , como ellos lo llamaban, empieza a tener entidad propia.

La madreña se está convirtiendo en un centro social, abierto al público y lleno de actividades, tal y como querían los jóvenes que entraron en el edificio. “Ya se ha conseguido ganar la confianza de la gente de la calle. Esto siempre está lleno”, comenta Rubén Rosón, uno de los jóvenes que participa en la vida del centro. “Ahora la gestión no corresponde solo al movimiento del 15-M”, explica uno de sus miembros, sino que La madreña tiene su propia asamblea, formada por varios colectivos de la ciudad.

Las puertas del centro social están siempre abiertas. Los turnos de trabajo están organizados de forma que siempre haya alguien al cargo, “para evitar que nos puedan desahuciar”, explican. Las tres plantas de lo que fue la sede de Sanidad se han convertido en biblioteca, comedor, sala de informática, ludoteca, local de ensayo, sala de cine, chigre, sala de juegos, tienda... Son 2.100 metros cuadrados que dan para mucho.

Las vacaciones de navidad fue uno de los momentos más importantes para sellar la confianza de la sociedad asturiana en el centro social. “Siempre estaba lleno de niños”, comentan, satisfechos. Los cuentacuentos y las obras de teatro engancharon a los más pequeños y convencieron a sus padres, que no dudaron en participar.

Pero esto no fue todo. Todos los días hay distintas actividades que cada uno aprovecha como puede. Hay quien va de visita, quien colabora en las tareas de limpieza y mantenimiento, quien pasa 24 horas al día en el centro... La limpieza ya es una tarea “automatizada”. Quien pasa por allí limpia y ordena, dejando constancia de que lo hizo en un panel de tareas. Además, cada sábado, un grupo más amplio se coordina para una limpieza general que finalizan con una comida en grupo.

“Está funcionando mucho mejor de lo que me esperaba”, reconoce David Mateo, uno de los asiduos. Este estudiante va por allí “todo lo que puedo” y hace de todo, desde limpiar a pintar o trabajar el huerto. “Una mujer me dijo que plantara los ajos el día que hay luna llena”, comenta entre risas.

El espacio que ofrece la antigua sede de Sanidad se queda pequeño para algunas actividades, en las que no pueden participar, por problemas de aforo, más de 100 personas. Sin embargo, la amplia oferta cultural juega a su favor. En algunas zonas del sótano, insonorizadas con hueveras y poliespan, varios grupos ya ensayan sus canciones. Las mujere particpan en un taller de autodefensa, un proyector ofrece películas tres noches a la semana y varios ordenadores donados “ en perfecto estado” y una red wifi convierten la habitación en una sala informática en la que se dan cursos de software libre o de informática básica. Además los planes no paran: Un grupo de montaña está estudiando como instalar un rocódromo en una de las salas, varios skaters acondicionarán una pista, un terapeuta espera con su camilla pacientes a los que ofrecer masajes, un espacio se convertirá en sala de estudios...

En La madreña caben muchas formas de cultura, pero también hay espacio para la solidaridad y para potenciar nuevos sistemas económicos. Además de una tienda que funciona bajo el sistema de trueque, la asamblea que gestiona La Madreña está intentando crear una cooperativa de crédito “como una forma de ofrecer una alternativa a la banca”.

Desahucios Desde el principio la ocupación del edificio ofrecía una posibilidad a las familias sin recursos que están siendo desahuciadas por impagos a entidades bancarias aunque por el momento tendrán que esperar. “No podemos meter a nadie a vivir aquí ”, lamentan. Cuando llegaron al número 32 de la calle General Elorza alguien había entrado antes. El resultado, toda la grifería había sido robada, por lo que no tienen agua corriente. Mientras trabajan para arreglarlo tienen que cargar 400 litros de agua todos los días en garrafas desde la calle. “Aquí todos aportan algo”, añaden.

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